jueves, 6 de abril de 2017

Aprender ciencias

Ser competente en ciencias significa ser capaz de involucrarse reflexivamente en temáticas relacionadas con la ciencia y con las ideas de la ciencia, esto es, saber explicar fenómenos científicamente, es decir, reconocer, ofrecer y evaluar explicaciones para un amplio espectro de fenómenos naturales y tecnológicos; evaluar y diseñar investigaciones científicas, es decir, describir, evaluar y proponer métodos para abordar científicamente la respuesta a preguntas e interpretar datos y pruebas científicamente, es decir, analizar y evaluar datos, afirmaciones y argumentos de diversa naturaleza y redactar conclusiones científicas adecuadas.

¿Pero cómo hacer que nuestro alumnado sea competente en ciencias sin salirse de lo que establece el curriculum?

En mi opinión, la respuesta a esta pregunta reside principalmente en la innovación. Existen diferentes formas de innovar, aunque una de las más convenientes para trabajar ciencias son las prácticas científicas, es decir, proyectos a través de los cuales el alumnado consiga aprender, evaluar y comunicar ciencia. Para conseguir esto último resulta fundamental partir de la realidad más cercana del alumno, de sus experiencias y de sus ideas previas.

Este tipo de proyectos deben estar contextualizados y guiados en todo momento por el profesorado para poder sacar todo el provecho posible a las actividades planteadas. Pero, para realizar un trabajo de este tipo, también debemos enseñar a nuestro alumnado a enfrentarse a situaciones de dicha envergadura, y por ello, resulta imprescindible enseñar a realizar preguntas investigables, preguntas que den lugar a la indagación y a la reflexión. Asimismo, la indagación científica no se puede reducir a encontrar una respuesta de forma experimental, sino que requiere generar o revisar conocimientos que posibiliten plantear bien la pregunta, pues formular una pregunta investigable requiere aplicar conocimientos sobre cómo se genera la ciencia, sobre qué es una variable y la distinción entre las que varían y las que se controlan en un experimento y sobre cómo diseñar procesos para recoger datos, entre otras cosas.

Además, y en contra de las personas que consideran que a través de esta metodología no se pueden trabajar los contenidos exigidos por el curriculum, considero que todos los temas habituales del currículum quedan incluidos en el trabajo por modelos. La diferencia más importante es que, desde esta perspectiva, no se trata tanto de introducirlos como conceptos aislados, sino de irlos conectando con el modelo que sirve para explicar los fenómenos objeto de estudio.

Por ejemplo, en el artículo “Aprender ciencias: conectar la experiencia, el pensamiento y el lenguaje a través de modelos” de Neus Sanmartí, dice que si estudiamos el esqueleto de los seres humanos, no se trata de hablar como si fuese un tema aislado, sino de reconocer que el esqueleto nos permite relacionarnos con el entorno, muy especialmente para, dar respuestas a estímulos. Y si hablamos de cómo se “cura” un hueso roto, será preciso que pensemos que debe ser porque en la parte rota crece el hueso y que, por tanto, las células se tienen que reproducir, que para que se reproduzcan se tendrán que nutrir y será preciso que les lleguen nutrientes a través de la sangre, y que para que todo el proceso se ponga en marcha, tendrán que llegar estímulos al cerebro y de él a las partes que se tienen que reproducir a través de los nervios. Por tanto para explicarlo se tendrá que utilizar el modelo de ser vivo.

Por lo tanto, pienso que la construcción y trabajo mediante modelos resulta algo positivo, pues implica observar, clasificar, comparar, describir, experimentar, diseñar experimentos, plantear hipótesis, identificar y controlar variables, organizar y transformar datos, identificar evidencias, deducir, explicar, justificar, plantear problemas y buenas preguntas, identificar errores, interpretar críticamente informaciones y datos, evaluar, argumentar...

Todo con la finalidad de educar en relación a las temáticas transversales, para que los niños y las niñas sean capaces de actuar de una forma autónoma, consciente y responsable, sin necesidad de que se les den “consignas”, en relación con problemáticas de su entorno.

En resumen, tal como manifiestan los autores del proyecto de evaluación PISA, la enseñanza de las ciencias ha de orientarse al “desarrollo de la capacidad de los escolares para utilizar el conocimiento científico (los modelos) para identificar preguntas y obtener conclusiones a partir de pruebas, con la finalidad de comprender y ayudar a tomar decisiones sobre el mundo natural y los cambios que la actividad humana produce en él”, por lo que los currículums deberían centrarse más en el desarrollo de competencias que en la mera transmisión de conocimientos.

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